El chorlo (hoy Pitotoy chico)
Atraviesa diez países
y en nuestros campos se asienta
—por Septiembre— y se alimenta
de crustáceos y lombrices.
Bien ceñido en gris levita,
hace con menudos trancos
—aunque siempre lleva zancos—
sus pequeñas carreritas.
Sobre sus finas patitas
que son endeble soporte,
el cuerpo de airoso porte
balancea a cada instante,
hacia atrás... hacia adelante...
cual si tuviera un resorte.
Del Canadá hasta La Pampa
—una migración homérica —
todos los ríos de América
copian su grácil estampa.
En nuestros llanos acampa,
en tribu, todo el verano
—vecindad de agua y pantano-
y, al fin, por miles de leguas,
un vuelo con breves treguas
lo vuelve a su hogar lejano.
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