El gorrión
Chiri-chiri, muy de prisa
y con igual percusión,
desde el suelo o la cornisa
da sus trinos el gorrión.
Este pájaro que, un día,
llegó de cielos extraños,
tiene al cabo de los años
carta de ciudadanía...
Pues se logró aclimatar
tan fácil y de tal modo
que hoy, invadiéndolo todo,
es el ave más vulgar.
Su figura proletaria
de infantil agilidad,
pasea por la ciudad
con soltura extraordinaria.
Desenfado de pilluelo
entre alegre y cachafaz,
derroche de trino agraz
y garabato de vuelo.
Y poblando en cantidad
plazas, calles y edificios,
su presencia y su bullicio
son parte de la ciudad.
Bullicio que es un hervir
clamoroso y crepitante,
en el lugar y el instante
en que apréstanse a dormir.
Doña Gorriona anda como
enfundada en una bata
muy estrecha, color rata,
medio barcina en el lomo.
En la indumenta y el tranco
don Gorrión se ha "achingolado",
como extranjero acriollado
que copia y remeda al gaucho.
Cualquier nido, en cualquier lado,
para este pájaro es bueno,
que en su afición a lo ajeno
tiene mucho de gitano.
Pero las veces que emprende
la construcción de su nido:
¡cómo lo hace bien tejido!,
¡cómo lo guarda y defiende!
Sin tener recursos fijos
y sin poseer dos cobres,
lo mismo que hacen los pobres
se carga con muchos hijos.
Hijos que él cuida y sustenta
con un amor desmedido...
Tú sabes, Señor, un nido,
con cuánto afán se alimenta;
y en tu poder absoluto
perdónalas -pues lo sabes—
si alguna vez estas aves
pican una flor o un fruto...
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